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24 de septiembre de 2014

Boyhood (Momentos de una vida)

por Andrés Robles

La crítica, ya sea cinematográfica o de cualquier otra disciplina, siempre es subjetiva.

Está bien. De acuerdo. Lo admito, no es mi mejor comienzo. Lo que he dicho es una perogrullada que además no es del todo cierta. Porque si bien la subjetividad es su componente esencial en cuanto a que uno está vertiendo directamente opiniones personales sobre lo que ha visto, debe al menos tratar de tener un mínimo de objetividad al valorar determinados elementos intrínsecos a la obra en cuestión. Digo esto porque, si conseguir ese equilibrio entre lo subjetivo y lo objetivo nunca es fácil, con Boyhood (Richard Linklater. Estados Unidos, 2014) y sus particularísimas condiciones de rodaje, o esa campaña publicitaria de frases grandilocuentes relacionadas con La Vida que todo el que la ve parece querer hacerle, la tarea se complica aún más que de costumbre. Intentaré ser ecuánime e intentaré explicarme respecto a lo anterior, pero no prometo nada.


Por si han estado viajando por la selva amazónica o la estepa siberiana sin móvil ni acceso a ningún tipo de información, comenzaré diciendo que la nueva película de Richard Linklater recoge pasajes de la vida de Mason (Ellar Coltrane) y su familia desde los seis a los dieciocho años del chaval, con la particularidad de que ese mismo lapso de tiempo ha sido el que se ha empleado en hacerla. Esto es, treintainueve días de rodaje dilatados durante doce años.

La pirueta no es nueva para su director, que anteriormente ya empleó casi dos décadas para contar una historia de amor - Antes del amanecer (1995); Antes del atardecer (2004); Antes del anochecer (2013) -, pero es desde luego un "más difícil todavía" nunca visto y que posiblemente tardemos mucho en volver a ver. Uno intuye la labor titánica para coordinar las agendas de todo el equipo, el riesgo a que el actor escogido te salga rana al crecer - como en cierta manera ha acabado pasando -, la tentación recurrente de abandonar un proyecto tan loco... Uno piensa en fin, y aquí enlazo con lo que les decía al principio, en todas las circunstancias ajenas al resultado final y, al menos en mi caso, no puede dejar de preguntarse hasta qué punto todos esos elementos están influyendo en la acogida de Boyhood. ¿Sería tan meritoria de haber tenido un rodaje convencional? Pues en parte sí y en parte no.


Sin esas extraordinarias condiciones de producción, la cinta habría pasado sin duda más desapercibida y desde luego no se le habrían dedicado tantos epítetos del tipo "bigger than life". Perfectamente podría haber estado contada con distintos actores en las diversas etapas de la vida de Mason y el resultado, siendo parecido, no habría llamado tanto la atención. Pero debe reconocerse que lo que la hace tan especial, lo que le aporta esa verosimilitud tan extrema, y lo que hace - además de un buen tratamiento de guión - que el espectador desarrolle una implicación tan fuerte con sus protagonistas, es el hecho de que real y literalmente vemos el tiempo pasar y marcar a los personajes y los actores.

Sin embargo, como toda gran obra, no está exenta de errores. Hablaba antes del riesgo de que Ellar Coltrane al crecer saliera rana y apostillaba que en cierto modo así ha acabado siendo. No es ya que el actor sea cada vez más sosete con el paso de los años y no aguante bien el tipo frente a Ethan Hawke - cuyo arco argumental por cierto, es el más interesante - y, sobre todo, frente a Patricia Arquette, estupenda como esa madre kamikaze en sus relaciones de pareja. Es que, tal y como ha declarado el propio Linklater, el guión fue adaptándose paulatinamente al propio carácter del chico, y eso acaba pesando en una película que va de más a menos, con una primera parte genial en la que prima el humor, en gran medida gracias a la hermana roba-escenas interpretada por Lorelei Linklater - otra que pierde fuelle con el tiempo -, para ir diluyéndose conforme Mason crece. Sea por esa adaptación al actor, o sea algo premeditado para reflejar los estados de ánimo derivados de cada edad, lo cierto es que el ritmo decrece y llegar a cansar en algunos tramos. Algo que se agudiza en sus últimos minutos, con una conclusión demasiado alargada en la que servidor - y no soy el único, habida cuenta de lo hablado con amigos - encontró hasta tres finales alternativos.


También llama la atención el paso casi de puntillas por la primera adolescencia. Es cierto que Linklater huye en todo momento de dramatismos desmedidos - tan sólo en una ocasión se permite una escena de este corte -, pero no habría sobrado algún conflicto de mayor calado en la que posiblemente sea la época más convulsa en la vida de una persona.

Con todo, Boyhood es una cinta imponente en la complejidad de su realización y exquisita en la sencillez de su planteamiento. No habría estado mal mayor constancia en el ritmo, y no es desde luego la Ciudadano Kane de este siglo que muchos han dicho, pero sí que es una película entrañable, meritoria, que irradia verdad, y cuyo visionado se convierte en una cita casi ineludible.
  • Boyhood (Momentos de una vida)

  • Título original:
    Boyhood

  • Dirección:
    Boyhood

  • Año de producción:
    2014

  • Nacionalidad:
    Estados Unidos

  • Duración:
    166

  • Género:
    Drama

  • Fecha de estreno en España:
    2014-09-12

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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