treintaycincomilimetros

26 de noviembre de 2013

Dos en la carretera

por Valentín Carrera

¿Qué tendrá la estética de los 60 que a casi nadie deja indiferente? A unos apasiona, supongo que por esa parte desinhibida, alegre, positiva, excesiva. A otros nos horroriza, quizás porque nos atrae más lo interior, lo que se oculta a quienes nos rodea. En todo caso, el cine de los 60 me interesa más bien poco, en general. Pero para todo hay excepciones.

Una de ellas es esta cinta en la que la apariencia propia de los excesos de la época no logra ocultar toda la profundidad que esconde. Puedes verla 30 veces (no ando lejos de esa cifra) y cada vez es como si fuese la primera. Los niveles, las capas de Dos en la carretera es tan enorme que aunque te sepas las escenas, los diálogos, las situaciones, cada vez que te pones delante de la pantalla es como la primera vez.


Es una road movie, tal vez.
Es una profunda anatomía del matrimonio, es posible.
Es un psicoanálisis de las relaciones humanas, sin duda.
Es un divertimento sin pretensiones, quizás.
Es un mecanismo de relojería admirablemente montado, sí.
Tiene un poco de la cocina de Ferrán Adriá.

Para empezar, es un guión prodigiosamente escrito, deconstruido y vuelto a armar. No una sino varias veces. No se cuantas versiones haría Fredecic Raphael del libreto, pero sería interesante para enseñar el proceso de creación en cualquier buena escuela de cine. Pese a todo, y pese a ser candidata al Oscar en 1967 en la categoría de Mejor Guión Original, no se llevó el premio.

William Rose subió a recoger la estatuilla por su meritorio trabajo en Adivina quién viene esta noche. Enorme trabajo, sin duda (no está demás recordar que ese año, también fue candidato el español exiliado en Francia y luego ministro Jorge Semprún por su texto de La guerra ha terminado). Pero hay que reconocer que el guión de Rose está basado únicamente en los diálogos. Poderosos, fluidos, entrelazados, pero diálogos al fin y al cabo. Y el texto de Raphael es mucho más. Es visual, está lleno de trampas, de guiños, de recursos y, sobre todo, lleno de imágenes.


Durante años se ha tachado a Dos en la carretera de ser una comedia ligera. La dirección de Stanley Donen, la presencia de Audrey Hepburn y de Albert Finney ayudaron a esa percepción y el maltrato de los Oscar no hizo sino ponerle el broche. Si miramos al palmarés de ese año nos encontramos que la película con más candidaturas era la ya citada Adivina quién viene esta noche. Nada que objetar. Luego estaban la sobrevalorada Bonnie & Clyde, una tal El extravagante doctor Dolittle, la interesante sobre todo para la época, En el calor de la noche, Millie, una chica moderna, y las notables El graduado y Camelot. Poca cosa para oponerse a una radiografía profunda de las relaciones humanas, de pareja, a la evolución de las personas durante la vida, todo ello en clave universal y con la mezcla oportuna de tragicomedia que la hace tan hogareña como el delantal, las pantuflas o el llavero con las llaves de casa. No es sencillo imaginar la pasión por el cine sin adorar esta película.

El punto de partida es tan sencillo como el armazón global de la cinta. Sencillo en apariencia, claro. Chico conoce a chica en un viaje de estudios, se lían, se acuestan, se enamoran, se casan, tienen niños, progresan, son infieles y llegan al punto de la ruptura. Lo dicho, sencillo. Simple, si me apuras. Lo interesante está en como lo aborda, como lo cuenta y hasta donde llega.

A nadie escandalizó a esas alturas que Joanna y Mark tengan un poco de sexo sin estar casados. Ni que cada uno por su lado tenga sus rollitos, una vez casados, sin consentimiento o conocimiento del otro. No olvidemos que estamos en los albores del 68. Ya se sabe, el amor libre (el sexo libre, estaban pensando en realidad). A nadie sorprende que el futuro de Joanna sea procrear y criar a sus hijos, estar en casa y no olvidar nunca el pasaporte de Mark. A nadie sorprenda que tenga que estar siempre estupenda y al servicio de las necesidades profesionales de Mark.

Lo que es verdaderamente interesante es comprobar como se va armando la relación de pareja. Como cada uno define su papel y su territorio. Como hay algo de magmático en ese movimiento de placas, casi tectónicas. Y como el desplazamiento posterior de una de ellas provoca un reacomodo necesario. Unas veces muy sísmico y otras veces casi imperceptible.


Me encanta como Donen y Raphael juegan con la fractura del tiempo para ir situando cada uno de los elementos posteriores. La vida no es un continuo, ni es lineal, ni es unidireccional (en este sentido recomiendo echar un vistazo al comentario publicado por Jaime Natche hace 7 años por Miradas de Cine) y las relaciones entre nosotros, tampoco. Podemos reaccionar y reaccionamos, con años de retraso, Incluso con años de adelanto, ante situaciones previstas o imprevistas.

No olvidamos, unos más que otros. Perdonamos o no en función del momento. De los sucesivos momentos en los que vivimos. Recordamos selectivamente, también en función del momento. Buscamos las referencias que más nos interesan, en cada momento. Somos, o podemos llegar a ser, egoístas. Pero también generosos.

Son 15 años apenas. 15 años con 5 viajes al sur de Francia. Son, también, 5 formas de viajar. 5 medios de transporte. 5 compañías. 5 círculos concéntricos radicalmente diferentes. 5 vidas en una y las que les quedan por delante. Son 5 partes que en realidad forman parte de un todo. 5 maletas. 5 gafas de sol. 5 fiestas? El 5 como el elemento mágico que todo lo arma. Un poco cabalístico, tal vez.

Son exteriores e interiores como paisajes pero también como referencia a lo que está pasando por y en los personajes. Cuanto más íntimas son las secuencias, más cerrado e interior es el escenario. Y ahí juegan un papel clave los coches. Llamativo como se juega con los descapotables y los coches cubiertos. Y la climatología. Las tormentas lo son dentro y fuera de los personajes. El sol quema por igual de dentro a fuera y de fuera a dentro.

Lo dicho, múltiples lecturas para una historia mucho más compleja y completa de lo que nos hicieron ver en un principio. Mucho más que una comedia ligera. Pero también una cinta que se deja ver en superficial. Sin más pretensiones. Tal vez por eso es tan grande.

Alguien ha dejado escrito que se nota la mano de coreógrafo de Stanley Donen. Tal vez sea cierto. Pero hay que tener en cuenta que Donen es, para el cine, algo más que un simple y brillante coreógrafo. Es un director de buen pulso. Que sabe sacarle algo más a los guiones y que se mueve con comodidad en ese terreno de los grandes directores sin llegar a ser una super estrella.

No deberías dejar pasar más tiempo sin ponerle un ojo a Dos en la carretera. Pero ten en cuenta que cuando la veas la primera vez, no podrás quitártela de la cabeza. Y la revisitarás tantas veces como conflictos personales, de pareja o de amistar, incluso laborales, tengas en tu vida. No dirás que no estás avisado.
  • Dos en la carretera

  • Título original:
    Two for the Road

  • Dirección:
    Two for the Road

  • Año de producción:
    1967

  • Nacionalidad:
    Reino Unido

  • Duración:
    111

  • Fecha de estreno en España:
    1967-04-25

Valentín Carrera

Desde la República Independiente de El Bierzo me fui a Galicia y he terminado en Madrid. Estudié Periodismo, luego hice Políticas y acabo de terminar un posgrado en Community Manager y Social Media.

Desde hace casi 20 años trabajo en Telemadrid donde empecé de becario y ahora sigo como redactor (entre medias he sido redactor, editor de informativos, redactor jefe y subdirector de informativos y responsable de contenidos para Canal Metro). Me apasiona la tele, el periodismo y la política. Procuro estar al día en nuevas tecnologías, redes sociales y demás.

Hace un par de años que soy vocal de la Junta Directiva de la Academia de Televisión donde he tenido la suerte de participar en la Comisión Organizadora de El Debate de 2011 entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba y de dirigir las 2 últimas ceremonias de entrega de los Premios Iris.

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