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10 de octubre de 2014

El amor es extraño

por Andrés Robles

Es curioso cómo funciona el periodo de reposo de las películas. Esos dos o tres días posteriores a su visionado en los que uno aún anda dándole vueltas a lo que ha visto. A veces la opinión se mantiene firme e inamovible, pero son las menos. Lo normal es que nuestra euforia o nuestro cabreo iniciales vayan modulándose y matizándose al analizar, voluntaria o involuntariamente, las distintas capas de la cinta en cuestión. Traigo esto a colación de El amor es extraño (Ira Sachs. Estados Unidos, 2014), de cuyo pase en el Festival de San Sebastián, donde el film ha sido incluido en las "Perlas" del año, salí consciente de su intrascendencia pero con el regusto agradable que dejan las cosas bien hechas. Ese regusto sigue estando en parte ahí, aunque muy diluido por determinados factores que han acabado por amargar mi impresión.


Tras 39 años juntos y con el matrimonio gay ya legalizado, Ben (John Lithgow) y George (Alfred Molina) deciden casarse. La boda provocará que este último sea despedido y, con ello, que la pareja se vea obligada a vender su piso. Acogidos por familiares a la espera de encontrar un nuevo hogar, ambos deben enfrentarse a la separación forzosa de la persona amada y a tener que aclimatarse a las costumbres de quienes les hospedan.

Benjamin Franklin dijo que "después de tres días, el pescado y los invitados apestan", y ese es precisamente el punto fuerte de esta cinta. Ver a estos personajes desubicados tras tantos años compartiendo una misma vida, y a unos familiares que hacen esfuerzos por ser amables y acogedores, pero que no pueden evitar el malestar de que alguien ajeno trastoque su convivencia y su día a día. Eso fue lo que me gustó y lo que sigue gustándome de El amor es extraño, pero a la postre he tenido que claudicar y dar la razón a Manuel Aguilar, insigne colaborador de esta casa, notable director de la maravillosa Hoy quiero confesar (España, 2013), perfecto anfitrión y compañero de fatigas en el Zinemaldi -qué quieren que les diga, de alguna manera me tendré que asegurar el alojamiento del año que viene -.


Tan ilustre persona achacaba a la cinta la incoherencia de que una pareja tan arraigada no mueva cielo y tierra por permanecer unida. Y es que en vez de desplazarse al campo tal y como la hermana de uno de ellos les propone, George y Ben deciden residir en casas separadas para no tener que renunciar a su vida urbanita en Nueva York. Un problema del primer mundo que perfectamente se podría haber solventado suprimiendo al personaje de dicha hermana o sencillamente la opción que ésta ofrece a los protagonistas. No ha sido así y eso acaba por dinamitar la verosimilitud de la historia.


Es verdaderamente una pena, porque la pareja Lithgow - Molina es entrañable y está muy bien descrita. Además los actores están perfectos, derrochan química y complicidad, y tienen momentos memorables como aquél en el que deben compartir litera o ese otro en el que hacen un balance de sus años en común. Todo ello sin embargo no es suficiente, por lo que El amor es extraño pasa por ser tragicomedia amable y simpaticota pero fácilmente olvidable, en la que el salto de fe que debe darse es demasiado grande como para que el resultado compense.
  • El amor es extraño

  • Título original:
    Love is Strange

  • Dirección:
    Love is Strange

  • Año de producción:
    2014

  • Nacionalidad:
    USA

  • Duración:
    94

  • Género:
    Drama

  • Fecha de estreno en España:
    2014-11-07

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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