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8 de octubre de 2014

Loreak

por Andrés Robles

Acabó el Festival de San Sebastián y con él terminó esa maravillosa burbuja en la que uno puede estar una semana viviendo sólo de cine. Sorprendentemente, el palmarés de este año ha logrado poner de acuerdo a prensa, público y jurado, pero servidor no puede dejar de lamentarse de que Loreak (José Mari Goenaga y Jon Garaño. España, 2014), posiblemente la cinta más bella de cuantas se han visto en sección oficial, no esté presente en el mismo. Suya debería haber sido al menos esa Mención Especial que final e incomprensiblemente ha ido a parar a Vida salvaje (Cédric Kahn. Francia, 2014), supongo que por temor a que el conjunto de los premios resultara español en exceso.


Permítanme la frivolidad, pero Loreak comienza siendo la puesta en imágenes del ramito de violetas de Cecilia. Descoloca esta premisa y uno no sabe cuánto puede dar de sí y hacia dónde puede tirar, pero poco a poco la historia va creciendo y mejorando gracias a su verdadero elemento modulador, esa idea tan bonita de que alguien no llega a morir del todo mientras sea recordado. La película se aleja así de aquella que el espectador había presupuesto y le regala una maravillosa y profunda reflexión sobre la pérdida de alguien más o menos cercano y las diversas actitudes posibles frente al duelo.

Íntegramente rodada en euskera - es el primer film en esta lengua que concurre a la competición donostiarra -, la cinta es un fiel reflejo del carácter y la idiosincrasia de esta tierra, pero como el gran cine, sabe ser enorme en su aparente pequeñez, universal en su localismo, y es capaz de conectar con cualquier espectador, sea del sitio que sea, a poco que éste tenga un mínimo de sensibilidad. Hay quien le ha achacado el ser demasiado fría y no tener un momento en el que el conflicto estalle. Servidor no puede estar menos de acuerdo con ello, y es que sinceramente creo que el gran acierto de este cuento exquisito es su sutileza.


El otro rasgo de Loreak es su elegancia. La película es elegante en lo que cuenta y en cómo lo cuenta, en sus encuadres, en su fotografía, en lo pausado de su montaje. Todo rebosa buen gusto en esta perla que teniendo poco que ver con ellos, conecta con el cine de George Cukor o Pedro Almodóvar en su desinterés por los roles masculinos, que no dejan de ser una mera comparsa, y su perfecta recreación del universo femenino, con tres personajes ricos en matices y magistralmente dibujados: una mujer hipersensible y desorientada por el climaterio prematuro, una esposa que ve trastocado todo lo que creía haber vivido en su matrimonio, y una madre que vive el peor de los dramas, el de sobrevivir a un hijo. Las tres están perfectamente encarnadas por sus actrices (Nagore Aramburu, Itziar Ituño e Itziar Aizpuru respectivamente).


La película merecía un reconocimiento y sobre todo una visibilidad que fuera del palmarés - sospecho y lamento - no va a tener. Por mi parte sólo puedo rogarles encarecidamente que, bien en pantalla grande si tienen esa suerte, bien en una de esas plataformas digitales que le salvan la vida al cinéfilo, no se pierdan una de las mejores producciones realizadas en 2014 dentro de nuestras fronteras.
  • Loreak

  • Título original:
    Loreak

  • Dirección:
    Loreak

  • Año de producción:
    2014

  • Nacionalidad:
    España

  • Duración:
    99

  • Género:
    Drama

  • Fecha de estreno en España:
    2014-10-31

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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