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11 de abril de 2014

Ocho apellidos vascos

por Andrés Robles

Los madrileños son chulos, los catalanes agarrados, los andaluces unos juerguistas que hablan raro y los canarios gente que va por la vida con una hora menos en el cuerpo. Poco tiempo hay que emplear para recorrer nuestras diecisiete comunidades autónomas de tópico en tópico, porque en otra cosa no, pero en el pique con el vecino los españoles rozamos la excelencia. Es por esto que cuando hace unos años vi la divertida Bienvenidos al norte (Francia, 2008) no podía dejar de preguntarme por qué aquí no hacíamos algo similar a lo que Dany Boon había hecho con los pobres ch'tis del norte gabacho. Bien, pues mis oraciones han obtenido respuesta con Ocho apellidos vascos (España, 2014), nuestra propia ración de autoescarnio que ya es la película en castellano más taquillera de la historia y que supongo no tardará mucho en arrebatarle a Lo imposible su puesto el top de los éxitos cinematográficos patrios.


Rafa (Dani Rovira) es el perfecto sevillano, un capillita bético de patillas bien torneadas y modales de señorito andaluz; Amaia (Clara Lago) la perfecta vasca, una estrecha de flequillo abertzale, cabezota y con un puntito violento. No imagina la chica que cuando por azares - y azahares - del destino se encuentre con semejante espécimen estará perdida. A un donjuán del sur no se le rechaza, porque si hace falta éste se planta el palestino y se recorre mil kilómetros en busca del amor.

Con guión de Borja Cobeaga - Pagafantas o No controles - y Diego San José, la cinta hace saltar todas las alarmas en su arranque: una secuencia de lo más forzado con una dirección artística digna de la peor película de Juanita Reina que hace temer que lo único bueno de Ocho apellidos vascos estaba en su tráiler. Pero no. No olvidemos que Cobeaga y San José tienen tablas en esto de reírse del prójimo y de uno mismo con el programa televisivo Vaya semanita y sus “Batasunis”, y ambos saben que lo mejor en estos casos es explotar los estereotipos sin vergüenza y sin moderación alguna. Esa es la mayor virtud del film, no achantarse y usar las caricaturas más salvajes, no tomarse nunca en serio y no eludir los temas más peliagudos de la realidad vasca sino introducirlos con inteligencia y cachondeo en la trama. El resultado, créanme, es una comedia hilarante.

Es una pena que la (ausente) dirección corra a cargo de Emilio Martínez-Lázaro - Los peores años de nuestra vida, El otro lado de la cama o Las 13 rosas -. A pesar de su veteranía, el realizador se limita a poner en imágenes el guión sin preocuparse en limar asperezas y sólo gracias a que tiene entre manos un material estupendo consigue mantenerse a flote. Uno se pregunta dónde estaba por ejemplo en las escenas en las que aparecen Alfonso Sánchez y Alberto López, los “Cabesa” y “Culebra” de esa perlita desconocida más allá de Despeñaperros que es El mundo es nuestro (España, 2012). Y es que por más que los tíos sean graciosos - que lo son - y que personalmente me ría con la broma interna que el primero se marca imitando el tono de voz de cierto ex presidente futbolístico, debe reconocerse que ambos parecen bastante perdidos.


Mejores resultados consiguen en cambio Clara Lago, Dani Rovira - se intuye que el chico no da para mucho pero aquí cumple con nota - y Carmen Machi, la madre postiza de Rafa. Aunque como cabía esperar, el mejor del apartado interpretativo es Karra Elejalde, el rudo pescador padre de Amaia con fundada animadversión hacia los habitantes de la antigua Hispalis, que aprovecha su papel para dar una lección de maestría.


Como la cosa va de tópicos y servidor es un jerezano de pro con caballo y sombrero de ala ancha, permítanme que acabe parafraseando al The New York Times cuando dijo de Lola Flores - otra jerezana ilustre - que "ni cantaba ni bailaba pero que nadie se la debía perder". Ocho apellidos vascos no es una buena película, pero maldita la falta que le hace cuando sus noventa y ocho minutos nos regalan una carcajada tras otra y nos hacen salir del cine con la sonrisa puesta para todo el día. Ya sólo me queda pedir dos cosas: que nunca se lleve a cabo la ya rumoreada secuela porque difícilmente igualaría la frescura y comicidad del original, y que Cobeaga pueda realizar algún día su Fe de etarras, esa comedia para la que los españoles todavía parecemos no estar preparados. Por desgracia lo primero parece inevitable, y lo segundo (aún) imposible.
  • Ocho apellidos vascos

  • Título original:
    Ocho apellidos vascos

  • Dirección:
    Ocho apellidos vascos

  • Año de producción:
    2014

  • Nacionalidad:
    España

  • Duración:
    98

  • Género:
    Comedia

  • Fecha de estreno en España:
    2014-03-14

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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