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27 de marzo de 2014

Por un puñado de besos

por Andrés Robles

Imaginen un mundo donde nadie sobrepasa los treinta y no existen los feos; donde las casas son lofts de diseño con muebles inmaculadamente blancos. Un mundo donde los periodistas neófitos pueden permitirse esos lofts y donde las veinteañeras sin profesión sientan cátedra con frases extraídas de los trabajos estudiantiles de Paulo Coelho. Imaginen que José Frade le da pasta a David Menkes para hacer Mentiras y gordas II y la presente a concurso en el Festival de Cine Español de Málaga. Habrán imaginado Por un puñado de besos (España, 2014).


Basándose en la novela Un poco de abril, algo de mayo y todo septiembre de Jordi Sierra -obra que desconozco pero que dudo mucho que se acerque al nivel de ridículo de su adaptación cinematográfica-, el codirector de Más que amor, frenesí o Sobreviviré (España, 1996 y 1999) escribe y dirige en solitario la historia de amor de Sol (Ana de Armas) y Dani (Martiño Rivas) desde una primera cita que han concertado a partir de un anuncio en prensa escrita [sic] y en la que ya se ve que ella no es una chica convencional y que él no es alguien del que pueda uno fiarse. Pero ¡alto! ¡No corran a las salas! Les aseguro que mi sinopsis es infinitamente más interesante que los previsibles noventa y ocho minutos que el certamen de la biznaga me ha hecho padecer.


Hay que reconocer que Menkes no trata de engañar a nadie; desde la primera secuencia y la primera canción de las muchas que aliñan su cinta el director deja meridianamente claro a quien quiere dirigirse. Es obvio que hace mucho que dejé de pertenecer a ese target, pero es que sospecho que ni con veinte años menos me habría tragado semejante regalito sin rechistar. No es ya su estética, con una fotografía y planificación más propias de un anuncio de colonia, no es ya que uno se plantee si estos chicos viven en España o en el mundo de la piruleta, es que la totalidad de las secuencias de la película rayan lo absurdo cuando no la más pura vergüenza ajena -la escena en la consulta del médico o sentencias para la posteridad como “cuando os veo siento que el amor está en el aire”-.

El guión no tiene reparo alguno en ir construyéndose a partir de los tópicos más sonrojantes y de diálogos plagados de frases que parecen sacadas de un manual de autoayuda para quinceañeros, y el grado de edulcoramiento llega al punto de poner en pantalla a un enfermo terminal más favorecido y con mejor cara que un servidor en la boda de un amigo. La relación plasmada por Menkes es simplona y patética, y su visión sobre el sida trasnochada, irreal e incluso me atrevería a decir que insultante para los seropositivos.

Entiendo que deban hacerse productos como Por un puñado de besos, que atraigan a las nuevas generaciones a las salas y traten de hacer industria, lo que ya no tengo tan claro es que deban hacerse a este precio. Y lo que no entenderé por mucho que me lo expliquen es cómo esta cinta ha pasado el proceso de selección que se presupone debe tener un festival como el de Málaga -que no estamos hablando de los MTV Awards-. A menos que sean adolescentes carpeteras en la edad del pavo huyan de ella como de la peste. Me lo agradecerán.
  • Por un puñado de besos

  • Título original:
    Por un puñado de besos

  • Dirección:
    Por un puñado de besos

  • Año de producción:
    2014

  • Nacionalidad:
    España

  • Duración:
    98

  • Fecha de estreno en España:
    2014-05-16

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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