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30 de octubre de 2015

Truman

por Andrés Robles

Cesc Gay es un tío al que se le da bien hablar de tíos. Nos tiene cogido el punto. Domina a la perfección el arte de retratar cómo nos relacionamos con nuestros iguales. Y miren que no es fácil. No hay nada menos cinematográfico que esa incapacidad innata para expresar sentimientos con la que nos ha dotado la testosterona. Nada más complejo que mostrar de manera fidedigna la amistad masculina. Porque si por regla general los hombres somos unos analfabetos sentimentales, cuando nos toca hablar en serio y desde el corazón teniendo en frente a un congénere, la cosa empeora. Somos de un torpe que pasma. Y esa torpeza, Gay la maneja como nadie.

Dos amigos, las horas contadas para poder decirse lo mucho que suponen el uno para el otro y nuestro absurdo pudor emocional haciendo de las suyas. Eso es Truman, posiblemente el único film de consenso en el pasado festival de San Sebastián y, seguro, la película española del año.

El último trabajo del realizador de Una pistola en cada mano es una de esas cintas en las que todo fluye a la perfección, en las que todo discurre de manera tan natural que uno es incapaz de percibir lo medidas que están, en las que todos los elementos empastan de tal manera que hacen que parezca fácil hacerlas. Su premisa daba para melodrama barato y lacrimógeno, pero nada más lejos de eso. Lo de Gay es pura alquimia. A un guión maestro que rebosa sinceridad e inteligencia, se suma el tono justo, la dosis exacta de contención. El catalán no busca nada, no fuerza nada y lo consigue todo. Uno llora, claro. Y ríe. Y el paso de un estado al otro es tan orgánico, tan sutil y efectivo, que servidor no puede más que rendirse a sus pies.


Y después están las interpretaciones. Qué interpretaciones. Ninguna de ellas, por pequeña que sea, desmerece el conjunto, pero lo de Ricardo Darín y Javier Cámara sólo puede definirse como auténtico recital. Una clase maestra para cualquier estudiante de Arte Dramático y un ejemplo perfecto de química en pantalla.

Alguna vez he planteado en este mismo foro mi problema con el segundo -aun reconociendo el actorazo que es, me suele ocurrir con él que veo precisamente eso: al actor y no al personaje-. Bien, pues el buen señor parece empeñado en quitarme las tonterías de la cabeza encadenando trabajos sobresalientes. Esta vez además sin el apoyo de la palabra, sin esa verborrea de la que suelen hacer gala sus roles. Él es la parte más masculina de esta amistad entre hombres. El tipo callado y abrumado por la situación. Y consigue oro a partir de tal limitación. No hay más que ver su primer encuentro con el argentino. Una ligera mueca, una sola palabra y una mirada. Esa mirada que cuenta tantísimo del pasado y el presente de los dos.

Era complicado dar la réplica a un grande como Darín y no acabar fagocitado por él -máxime cuando éste sencillamente desarma con su composición del que se sabe derrotado pero está totalmente decidido a tomar las riendas y morir con las botas puestas-. Y sin embargo Cámara no sólo aguanta el tipo, sino que consigue hacer que el combate quede en tablas.

En una cosecha del cine español que, sin ser mala, nada tenía que ver con la del año pasado, iba faltando esa película redonda. Esa capaz de complacer y emocionar a todos por igual. Pueden respirar tranquilos. Truman definitivamente lo es.
  • Truman

  • Título original:
    Truman

  • Dirección:
    Truman

  • Año de producción:
    2015

  • Nacionalidad:
    España, Argentina

  • Duración:
    108

  • Género:
    Tragicomedia

  • Fecha de estreno en España:
    2015-10-30

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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