crónica

25.09.2015

Concheando. Crónicas desde San Sebastián. Día 5, martes

por Andrés Robles

Desde que El viaje de Chihiro obtuviera el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 2001, cada vez es menos raro ver animación japonesa a concurso en las distintas secciones oficiales. Hoy, con Bakemono no ko (The boy and the beast) (Mamoru Hosoda. Japón, 2015), el Zinemaldi se ha estrenado en esas lides. Parece que la jugada no ha salido del todo mal, y pese a que no han faltado voces en contra, este anime en torno a las aventuras de un niño solitario y una criatura imaginaria, ha dejado en general buen sabor de boca.


Algo -o mucho- de niño tiene también el protagonista de El apóstata (Federico Veiroj. España - Uruguay - Francia, 2015), segunda cinta en competencia del día, en la que se nos revelan las dificultades de ejercer la apostasía de la mano de un personaje que también parece tenerlas para madurar. A pesar de algunas salidas del tiesto y ciertos elementos que no aportan nada en absoluto, se ve con agrado y tiene momentos realmente divertidos. Sin embargo, acaba dejando la sensación de que la Sección Oficial le viene grande. Habría tenido mucho más sentido dentro desde luego del festival pero fuera de ésta. Además no le perdono -ni a ella ni a ustedes- el haber hecho que me perdiera la masterclass que los directores de Anomalisa, Charlie Kaufman y Duke Johnson, impartían en el recién estrenado edificio de Tabakalera, nueva sede de la Filmoteca Vasca.

Y llegó el momento. He tratado de retrasarlo todo lo posible pero ya es inevitable. Es hora de hablar de High-rise (Ben Wheatley. Reino Unido, 2015), la tercera y última de Sección Oficial proyectada hoy.

Basada en una novela de J. G. Ballard que servidor desconocía -y de ahí que no diera crédito a lo que veía en pantalla-, la película evoca en su exceso el cine de Terry Gilliam, además de recordar su premisa a la de la, relativamente reciente, Snowpiercer (Rompenieves) (Bong Joon-ho. Corea del sur, 2013). En ambas vemos una representación de todos los estratos de la sociedad, condensada y constreñida en un espacio cerrado -allí un tren; aquí un rascacielos-, y en ambas asistimos a la inevitable rebelión de las clases bajas. Hasta ahí todo bien. El problema es que la cinta opta por regodearse en la orgía autodestructiva -y de la otra. Todo sea dicho- posterior a un conflicto del que apenas se explica nada. Resultado: uno no para de preguntarse -y disculpen el exabrupto pero créanme si les digo que está justificado- qué coño está viendo. Con todo, la cinta ha gustado. Posiblemente porque el resto de mis compañeros hayan abusado de otros fármacos distintos al Lexatín que les prometí tomarme yo.

Por último y queriendo repetir la jugada de ayer, me he vuelto a acercar a Horizontes latinos. Por desgracia esta vez no ha habido tanta suerte y Te prometo anarquía (Julio Hernández Cordón. México - Alemania, 2015), la historia de una pareja de chicos que comercian con la sangre propia y ajena, no parece tener muy claro hacia dónde quiere ir en ningún momento y acaba siendo bastante ramplona.

Con esto les dejó por hoy. Mañana viajo a Almería, Georgia y La Habana. A ver que tal.

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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