voz en off

22.07.2013

Álex Montoya: sexo, remakes y realizadores 3.0

por Lakshmi I. Aguirre

Son malos tiempos para el cine español, pero no para el talento que está detrás de las subvenciones y de las rondas de financiación, al menos a lo que el cortometraje se refiere. Uno de los nombres que lo demuestra y que no deja de brillar en el panorama del corto desde hace ya una década es el del director y guionista Álex Montoya.


Con cientos de selecciones y premios nacionales e internacionales a su espalda, entre ellos, mención especial en Sundance con esa pequeña delicia que es Cómo conocí a tu padre, Montoya se atreve ahora con su primer largometraje: Lucas (cuya primera parte ha presentado en formato cortometraje y que no deja de cosechar premios como la Biznaga de Plata al mejor director en la última edición del Festival de Málaga).

El director valenciano derrocha elocuencia para Jóvenes Realizadores.

P. El nombre Álex Montoya está presente desde hace años en el palmarés de la mayoría de los festivales de cortos. Dada la situación actual, ¿los premios se han convertido más en una fuente de financiación que en un reconocimiento personal?

R. España ha disfrutado en las dos, tres últimas décadas de muchos festivales muy bien dotados económicamente, una conjunción que cuando sales fuera ves que no es habitual. No hay duda de que eso ha ayudado al florecimiento del sector del corto: cada vez se hacen más y existen, por ejemplo, varias distribuidoras dedicadas exclusivamente a ellos. En ese sentido los premios en metálico siempre han sido una fuente de financiación más y, como el resto, han caído en cuantía en los últimos años.

P. En Lucas el sexo vuelve a estar muy presente, como en Marina o en Cómo conocí a tu padre. ¿Por qué esa fijación?

R. Niego un poco la mayor: en Lucas hay poquísimo sexo. Es más un mar de fondo, como todo el asunto de la pederastia.

Existen películas que se centran más en eso, en la descripción detallada del proceso de grooming, como Trust, que es muy valiente ¡y está dirigida por David Schwimmer! Es uno de los trabajos más interesantes sobre el tema, y contiene una escena de sexo muy dura.

Me da pereza y casi apuro tratar de sacar conclusiones temáticas y estilísticas de mi puñado de trabajos cortos, pero la verdad es que éste vuelve a tratar de una relación entre dos personajes muy diferentes, muy contrapuestos.

P. A diferencia de esos dos cortos, sobre todo en Marina, en el que hay mucho amor, en Lucas el sexo se convierte en algo turbio. ¿Por qué contar esta historia y por qué desde la perspectiva de un adolescente?

R. Woody Allen decía algo como que el sexo sólo es sucio cuando se hace bien. Soy bastante de esa opinión: el sexo siempre es turbio.

Que dos personas disfruten de la inserción repetida y cada vez más rápida de un trozo de carne de la una en la otra difícilmente puede calificarse de bonito o amoroso. Es primitivo, agresivo, duro, jodido. Es lo más salvaje que hacemos regularmente, si hay suerte, en nuestras vidas cotidianas. Si estamos enamorados de la otra persona es posible que en el arranque del acto tratemos de reproducir imágenes de romanticismo incrustadas en nuestros cerebros por cientos de libros y pelis, pero ya verás a los cinco minutos.

De niño leí el reportaje de un viejo País Semanal, que mis padres coleccionaban y guardaban encuadernados en la casa del pueblo. Eran fotos en primer plano de españolitos en el momento del orgasmo. Me quedé muy acojonado, era terrorífico.

En un episodio de Orphan Black le preguntan al monitor de Beth Childs que cómo había sido el sexo. Él responde que no entiende la pregunta y el otro le especifica: ¿ha sido, íntimo, agresivo, indiferente, sensual...? Pues normalmente es una mezcla, que arranca de una manera y termina de otra. O igual sólo es urgente, de desahogo. Los que llevamos mucho tiempo con una pareja sabemos mucho de éste último. Por cierto, que no sé dónde leí hace poco que los rollos de una noche producían sensaciones muy cercanas al odio. No sé mucho del tema, pero me temo que algo de eso hay.



P. ¿Lucas se planteó desde el principio como un largometraje?

R. Sí.

P. ¿Por qué grabar únicamente una tercera parte en vez de esperar a poder realizarlo por completo para presentarlo?

R. Bueno, en el momento me pareció buena idea. En el peor de los casos es un banco de pruebas y puedes usar fragmentos como teaser del proyecto grande, como estoy haciendo con el monólogo de Luis Callejo. Si todo va como la seda, podrías incluso aprovechar el corto, con mínimos cambios, como parte integrante del largometraje.

Todo el plan era bastante ingenuo, la verdad. El hecho es que, aún antes de terminar el montaje del corto, ya había un montón de cambios que quería hacer. Y es que en ese sentido, como test, como sofisticadísima animática, ha sido fantástico. El primer acto del guión del largo, una vez reescrito, es lo que más me gusta de todo lo que he hecho.

Es un poco como cuando vi el piloto de Sherlock, el A Study in Pink original, que luego volvieron a rodar, emitiéndose el segundo. En el piloto original está todo correcto, está la base, pero es en el remake dónde deslumbran, donde afinan el tono, los personajes y las localizaciones. Evidentemente es un lujo que no siempre te puedes permitir, pero si puedes es maravilloso.

Carpenter tuvo esa opción en una sola ocasión, en un parón de rodaje de varias semanas de The Thing. Las aprovechó para montar lo rodado, ver los problemas que tenía y reescribir prácticamente el resto de escenas que quedaban. La historia es fascinante y la podéis leer con detalle aquí.

El resultado es la mejor película de Carpenter y es también la razón principal por la que Peter Jackson hace reshoots sistemáticamente. La verdad es que es muy difícil acertar a la primera, sobre todo en cuestiones de tono, motivaciones y apuestas. Cosas tan sencillas como que todos los datos lleguen claros al espectador son en realidad bastante peliagudas.

En ese sentido estoy muy agradecido al corto: me ha aclarado mucho las ideas. Si pudiera haría cortos de los dos actos que quedan. Bueno, existe un sucedáneo más sencillo y barato, aunque no tan efectivo. Si hago la peli os lo explico en un videoblog.

P. ¿Qué ha cambiado desde el Álex Montoya de REC o Te quiero hasta el director de Lucas?

R. Creo que he mejorado sobre todo en cuanto a guión y a dirección de actores. La parte narrativa y visual siempre me ha supuesto menos problema.


P. Desde tus inicios has indagado en el género de la comedia en tus trabajos. ¿Cuánto trabajo de guión requiere una comedia efectiva?

R. El mismo que cualquier otro buen guión. Escribir un buen guión es muy, muy difícil.

Creo que mis mayores cualidades son cierta habilidad con los actores y buen ojo para los guiones y pocas veces me he topado con uno que me deslumbrara.

Hace poco me pasó, sin embargo, con un guión que tutoricé en Suiza, dentro de Dreamago. Se titula El último día de la vida de mi madre, del colombiano Miguel Vélez y es una comedia melancólica y vitalista a la vez que me pondría a rodar mañana mismo. Lo malo es que Miguel lo quiere dirigir él, y hace muy bien, la verdad.

P. Gris es quizá el cortometraje que más se sale de la línea a la que, al cabo del tiempo, se han ido posicionando todos tus cortometrajes. ¿Lo sientes de la misma manera?

R. No creo que se salga de mi línea, creo más bien que no es muy bueno. La idea no era mala, pero el desarrollo era ingenuo: no presentábamos bien a los personajes, había mucho cliché. Aún así quedó resultón visualmente.

P. Natalia Mateo e Irene Anula protagonizan muchos de tus cortometrajes. ¿Actrices fetiche?

R. ¿Eso es una pregunta? Las dos son fantásticas y tengo a Irene de prota de un guión de largo que no salió. Pero aún no he desistido con No os caséis. A ver si lo muevo un poco en breve, que parece las comedias de boda siguen teniendo tirón.

P. Codiriges junto a Jon D. Domínguez la productora Morituri. ¿Fundarla fue más una necesidad que un anhelo?

R. Las dos cosas. Jon es un dire de foto fantástico y un socio excelente. Si no fuera por él, Morituri no habría salido adelante. Estoy encantado de que la empresa se vaya haciendo un sitio en Madrid y cierto nombre apostando por cortos como She's lost control o largos como Stockholm. La idea es empezar a potenciar más la rama de producción y esperamos lanzarnos pronto con un largo con porcentaje mayoritario nuestro.


P. ¿El que seas uno de los cortometrajistas más reconocidos a nivel nacional influye en la presión que sientes ante cualquier nuevo proyecto?

R.Creo que no. Hasta ahora he hecho lo que me ha apetecido y, de hecho, mis cortos son cada uno de su madre y de su padre, no hay una línea ni una estrategia tras ellos. Eso sí, me gustaría arriesgar más, pero no lo he hecho más por vagancia, por no salir de mi zona de confort, que por autocensura.

Ahora estoy contento con un guioncito que he escrito para Luis Callejo e Irene Anula. Se titula Sólo quiero hablar y le están poniendo notas bajísimas en los comités de subvenciones. Me imagino por qué es. Es una piecita muy desagradable y muy en el límite. Si no nos echan una mano, la haremos con dinero propio.

P. Cómo agente activo de la industria, ¿cómo ves el futuro del cortometraje?

R. Ufff, podría estar horas respondiendo a esto. En resumen lo veo bien, es un formato jugoso y van a ir surgiendo plataformas de monetización. En ese sentido creo que deberíamos tender a profesionalizar el sector, pagando siempre, aunque sea con cachés de bajo presupuesto, al equipo técnico y artístico.

P. ¿Cuál es el mayor reto que supone ser realizador en el siglo XXI?

R. Ufff, otra pregunta sencilla. La respuesta estándar suele ser que el realizador 3.0 tendrá que saber hacer de todo y además tirarse el día en redes sociales creando su audiencia.

Yo hago ambas cosas, porque me encanta la técnica y vaguear online, pero en realidad lo que observo es que es la gente que se centra en lo esencial, que delega y que sabe desconectar, la que sigue teniendo más éxito. Daniel Sánchez Arévalo es un modelo a seguir en ese sentido. Cuando tengo dudas de cómo actuar, me pregunto "¿Qué haría Dani?", y luego no hago caso y así me va.

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Álex Montoya

Director

Biofilmografía

REC (1999), Te quiero (2002), Si quieres puedes (2002), Gris (2003), ¿Y si hacemos un trío? (2004), Hotel y domicilio (2004), El punto ciego (2005), Abimbowe (2008), Cómo conocí a tu padre (2008), Marina (2010), Maquillaje (2011), Lucas (2012).

Lakshmi I. Aguirre

Lakshmi Iglesias Aguirre (Eibar, 1984), es redactora jefe de la revista digital de cultura Tertulia Andaluza (tertuliaandaluza.com), además de formar parte de varios gabinetes de prensa.

'El hombre tranquilo', 'En un lugar solitario', 'El Apartamento', 'Los Profesionales', 'El Bazar de las Sorpresas'... la obligaron a amar el cine. Cortázar la empujó a escribir, lo que le ha llevado a ganar varios premios de relatos.

En 2009 editó el libro 'La mujer en la sombra: lo femenino en el cine fantástico y de terror' para la Semana Internacional de Cine Fantástico y de Terror de Estepona, y escribió uno de los capítulos sobre 'La Mujer Pantera', de Jacques Tourneur.

Su antiguo pastor inglés, Atticus Finch -en homenaje al maravilloso personaje de Gregory Peck en 'Matar un ruiseñor'- la acompaña a todas partes y comparte con ella su pasión por el cine, es decir, la vida.

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