Marilyn probablemente sea una de las figuras más trágicas y conmovedoras de la historia del cine. Atrapada en un físico que respiraba y pedía sexo por todos sus poros, víctima de infinidad de complejos y traumas, excelente actriz a la que no se le dieron apenas oportunidades para demostrarlo, y sobre todo una persona frágil y vulnerable que sigue representando lo mejor y lo peor del mundo del cine: el éxito y la muerte.

Vayamos al grano y evitemos las leyendas urbanas estúpidas. Marilyn no se suicidó ni fue asesinada en un complot imposible por parte del gobierno de los Kennedy. En la época final de su vida, Marilyn estaba tan hundida que empezó a ver a dos psiquiatras distintos, cada uno de los cuales le recetó medicamentos diferentes ya que uno desconocía la existencia del otro. En su última noche, la actriz se tomó ambos fármacos (no en cantidades industriales, simplemente los mezcló) sin saber que la combinación de ambos era mortal. Y así nació el mito de Marilyn, la rubia y explosiva actriz que un día fue una chica morena y poquita cosa llamada Norma Jeane Baker.



Marilyn fue una víctima del Hollywood más oscuro y perverso, ese que destroza sueños en función del éxito. Muchos la identificaréis como el máximo exponente de rubia tonta que sólo sabía hacer comedias ligeras donde se interpretaba a sí misma, papeles que se mezclan en vuestra memoria por sus similitudes unos con otros. Pocos sabréis que era inteligentísima, que las productoras la obligaban por contrato a determinados papeles y le impedían rodar los dramas que ella quería o levantar su ansiado proyecto sobre Los hermanos Karamazov de Dostoyevski. Y aún hoy no entiendo que se le niegue el mérito de haber logrado una de las mejores interpretaciones de la historia del cine, esa Roslyn de Vidas rebeldes de John Huston, papel que su entonces marido, Arthur Miller, reescribía sobre el rodaje para vengarse de las infidelidades de ella, trasladando al personaje de ficción todos los traumas y secretos de la actriz, hecho éste que acabó siendo una tortura para la machacada personalidad de Marilyn.

Hoy en día nos queda ese halo inolvidable de tragedia que acompaña cada caída de ojos de la rubia de oro; cada leve tartamudeo de su voz (imprescindible y obligatorio ver sus interpretaciones en versión original); los papeles en los que la dejaron brillar como esa inolvidable miope de ¿Cómo casarse con un millonario?, la vecina sin nombre que mete su ropa interior en el congelador de La tentación vive arriba, la mítica Sugar de Con faldas y a lo loco, la Roslyn de Vidas rebeldes, la corista venida a menos de Bus Stop?

Por cierto, Marilyn murió durante la filmación de Something´s Got to Give, dejándola inacabada. Yo pude recuperar hace poco un montaje con las escenas que llegó a rodar (viene como extra en el DVD de La tentación vive arriba) y es escalofriante ver lo llena de vida que estaba la actriz, lo pletórica que aparece en cada plano, como resplandecía esa luz única que sólo ella poseía. Sólo un par de días después de rodar esas imágenes, la actriz moría y empezaba el mito y la leyenda. Siempre nos quedará su lunar, su risa, su extraordinario don para la comedia, y seguirá enamorando a generaciones y generaciones de cinéfilos.

Larga vida a Norma Jeane Baker.