opinión

05.04.2012

Luck o la desventura de David Milch

por Lakshmi I. Aguirre

El anuncio de la cancelación del último proyecto de David Milch ha caído como un jarro de agua fría sobre los seguidores de esta serie que traza el mapa de un microcosmos en el que, verdaderamente, la suerte no tiene lugar.



Hace años que buena parte del gran cine se rueda para la pequeña pantalla. Desde que la NBC emitiera las siete magníficas temporadas de The West Wing (El Ala Oeste de la Casa Blanca, 1999), escrita por un genial Aaron Sorkin que no resulta tan efectivo en cine, las producciones televisivas de ficción americanas han dado un salto de altura cualitativo.

Al tiempo que Sorkin trenzaba algunos de los diálogos más inteligentes que se han emitido, de la mano de HBO nos comenzaron a llegar señales de que había vida más allá de las sitcom y de que las grandes historias también podían tener formato 4:3. The Sopranos (Los Soprano, 1999) marcaba así un hito en televisión.

A Gandolfini le siguieron Six feeth under (A dos metros bajo tierra, 2001) -que deja de suscitar interés conforme avanza-, The Wire (2002) -una serie que logra hacer poesía de la miseria humana-, Deadwood (2004) -una magnífica tragedia shakesperiana sobre el nacimiento del Oeste-, In treatment (En terapia, 2008) -cuya primera temporada merece un visionado- Boardwalk empire (2010) -con Martin Scorsese a la cabeza, pero que no acaba de conjugar la magia necesaria para ser una de las grandes- y Game of thrones (Juego de tronos, 2011) -un épico experimento televisivo-.



Hace unos meses llegaba a España una serie firmada por dos nombres imprescindibles: Michael Mann, uno de los mejores directores de cine contemporáneo -Heat (1995), The insider (El dilema, 1999) y Collateral (2004) son películas de delicada enormidad-, y David Milch, creador de la singular Deadwood, que ahora repite con una serie centrada en los distintos personajes que cohabitan alrededor de los hipódromos.

Luck tiene esa cadencia que caracteriza a las series de HBO y que alimenta al espectador a pequeños sorbos. El primer capítulo de la primera y, lamentablemente, única temporada nos introduce en el oficio de entrenadores de caballos, propietarios, yoqueis y agentes, pero también en el de los jugadores que esperan al otro lado de la pista para ver a su apuesta trotar hasta la línea de meta. Pero sobre todo, se centra en el oficio de la venganza: el más difícil de todos.

Dustin Hoffman se exprime a sí mismo para interpretar a Chester Bernstein, miembro de la mafia relacionada con el juego traicionado por sus socios y que ahora ha vuelto tras pasar tres años en la cárcel. Él y su asistente, Gus Demitriou (interpretado por Dennis Farina, un clásico de las series de televisión de los 80) forman una curiosa pareja que protagoniza los mejores diálogos de la serie, siempre a la luz de una lámpara de noche y con los pies en alto.



En Santa Anita, el hipódromo en el que algunos maquinan la suerte que otros dejarán de tener, habita una quietud telúrica. Caballos y yeguas de una perfección extrema contrastan con lo prosaico del lugar. Allí, los yoqueis luchan por hacerse un hueco en la pista y los jugadores por amortiguar el golpe de sus miserias.

Los actores Kevin Dunn, Ian Hart, Jason Gedrick y Richie Coster interpretan a esos hombres que viven entre un motel de carretera y el graderío de un hipódromo. Su día a día lo protagoniza un almanaque deportivo y la falsa y confortable esperanza de convertirse en protagonistas de ese microcosmos hípico. En Luck, la marginalidad encuentran su lugar en el mundo.

Es en ese escenario en el que encontramos la voz rota de un actor de la vieja escuela como Nick Nolte (Walter Smith), cuyos ojos hablan con casi más locuacidad que los del caballo, belleza pura, que posee. Dueño y entrenador de Gettin' Up Morning, el mapa de las emociones de Smith se dibuja a través de su relación con el animal, pero también con Rosie, una joven jinete que no acaba de encontrar su espacio.



Es asombroso el poder de Luck para simplificar un mundo tan complejo como el de las carreras de caballos y para hacer que el espectador sienta que es un universo cercano a él. Una sutil y enérgica serie en la que apenas se atisban sexo y violencia, pero que mantiene latentes los bandazos de la frustración, de la vida. La mayoría de ellos asoman en cada una de las carreras en las que es inevitable contener la respiración. Rodadas de manera magistral, sobre todo en el capítulo piloto, a cada zancada de esos animales el corazón se te encoje un poco más.

No en vano, en Luck todo gira entorno al caballo como último reducto en el que encontrarse con el lado más humano de uno mismo. Y en ese juego, la escurridiza suerte no es más que uno de los naipes de la baraja.

Lakshmi I. Aguirre

Lakshmi Iglesias Aguirre (Eibar, 1984), es redactora jefe de la revista digital de cultura Tertulia Andaluza (tertuliaandaluza.com), además de formar parte de varios gabinetes de prensa.

'El hombre tranquilo', 'En un lugar solitario', 'El Apartamento', 'Los Profesionales', 'El Bazar de las Sorpresas'... la obligaron a amar el cine. Cortázar la empujó a escribir, lo que le ha llevado a ganar varios premios de relatos.

En 2009 editó el libro 'La mujer en la sombra: lo femenino en el cine fantástico y de terror' para la Semana Internacional de Cine Fantástico y de Terror de Estepona, y escribió uno de los capítulos sobre 'La Mujer Pantera', de Jacques Tourneur.

Su antiguo pastor inglés, Atticus Finch -en homenaje al maravilloso personaje de Gregory Peck en 'Matar un ruiseñor'- la acompaña a todas partes y comparte con ella su pasión por el cine, es decir, la vida.

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