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27 de febrero de 2014

Nebraska

por Andrés Robles

El refranero español, tan rico y certero, dice: “más vale caer en gracia que ser gracioso”. Esta máxima, extrapolada a un Hollywood ávido por encontrar el relevo generacional de sus vacas sagradas, puede ejemplificarse perfectamente a mi parecer en dos hombres, David O. Russell y Alexander Payne, cuyas obras son sistemáticamente infladas en la temporada de premios consiguiendo así para sus autores una pátina de prestigio del que no siempre, o no tanto, son merecedores. Ni El lado bueno de las cosas (Estados Unidos, 2012) del primero era esa reinvención adulta de la comedia romántica que nos quisieron vender, ni Entre copas (Estados Unidos, 2004) del segundo era una sofisticada obra maestra. Lo siento pero no.


Este año ambos directores parecen haberse puesto de acuerdo para volver a la carga casi al unísono; O. Russell jugando a ser Scorsese en La gran estafa americana y Payne ofreciéndonos con Nebraska (Estados Unidos, 2013) el enésimo retrato de una América profunda que ya casi conocemos mejor que Cuenca.

Olvidando al primero, al que la crítica española, con demasiada inquina, todo hay que decirlo, le ha dado lo suyo, el realizador de Los Descendientes (Estados Unidos, 2011) cuenta la historia de Woody Grant (Bruce Dern), un anciano que creyendo haber ganado un millón de dólares se propone recorrer como sea la distancia que le separa de su premio, y de David (Will Forte), el hijo que no duda en emprender un viaje sin sentido con la intención de conocer mejor a ese extraño que es su padre a pesar de contar la oposición de su madre y su hermano.


Teniendo en cuenta que para un servidor las historias de ancianos con un puntito quijotesco son una debilidad y parten siempre con ventaja, nada podía fallar en esta cinta magnífica aunque innecesariamente fotografiada en blanco y negro por Phedon Papamichael. Máxime cuando la composición, contenida y perfecta, de ese viejo alcoholizado y absorto en el que se sospecha principio de Alzheimer que hace Dern, o el trabajo de June Squibb, la esposa descarada a la que se echa de menos cuando sale del relato, consiguen hacernos cómplices de lo que ocurre en pantalla desde el primer minuto de la misma manera que su juguetona banda sonora, que a buen seguro tararearán a la salida del cine. Y sin embargo, por mucho que deseara que no fuera así, mi sensación final ha sido más agria que dulce.

No me entiendan mal. Nebraska no es ni mucho menos deleznable. Muy al contrario es una de esas películas pequeñitas que sin saber por qué te roban el corazón. Pero por desgracia, la cinta toma con mayor frecuencia de lo deseable la senda de la más absoluta trivialidad. Puede que para reflejar el carácter de esos pueblerinos perdidos de la mano de Dios, no lo dudo, pero a costa de dejar al espectador con la sensación de estar ante un guión insulso que podría haber dado mucho más de sí, de que Payne nos cuenta poco o nada donde habría mucho que contar.


Posiblemente sea culpa mía. Quería ver una película que Nebraska no es. Deseaba una road movie sobre las relaciones y la incomunicación padre-hijo; esa que surge en la adolescencia y se enquista en la madurez. De ahí mi pataleta y mi sensación de que la cinta desaprovecha su potencial a pesar de que, en líneas generales y sin euforias, su visionado resulte grato y cuente con unos minutos finales que le hacen a uno reconciliarse con todo el metraje. En otras palabras y volviendo al principio, a buen seguro la avaricia rompió mi saco.

Sinceramente espero que a ustedes no les ocurra lo mismo.
  • Nebraska

  • Título original:
    Nebraska

  • Dirección:
    Nebraska

  • Año de producción:
    2013

  • Nacionalidad:
    USA

  • Duración:
    115

  • Género:
    Drama

  • Fecha de estreno en España:
    2014-02-07

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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