treintaycincomilimetros

30 de marzo de 2017

El bar

por Andrés Robles

Con Álex de la Iglesia ha llegado un punto en el que me planteo si el problema es suyo o de mi maldita costumbre de cumplir años; si al vasco siempre le ha ocurrido lo mismo y era mi yo jovenzuelo el que se dejaba engatusar por la irrupción, cual elefante en la cacharrería que era el abúlico panorama cinematográfico español de los noventa, de aquella figura única, personal e intransferible. Por suerte me basta con volver a ver La comunidad para disipar mis dudas de una tacada.

No se trata de mí, que acabaré mis días -eso quiero creer- como un viejo moderno, discotequero y cultureta, de camisa hawaiana y Kindle en la mochila, sino de él, que de un tiempo a esta parte comete sistemáticamente los mismos errores. Su estilo permanece intacto, pero el discurrir de cada uno de sus filmes recientes es como el de la entrañable Dory de Buscando a Nemo. Sigue nadando y nadando hasta que en determinado punto olvida hacia dónde iba y comienza a vagar por callejones sin salida -Mi gran noche- o inicia una imparable huida hacia delante en la que el caos lo arruina todo -Las brujas de Zugarramurdi-.
Es por esto que no puedo evitar ver El bar con el pie en el freno, esperando el inevitable volantazo que tire por tierra su brillante punto de partida. Y sin embargo esta vez los minutos pasan y el temido momento parece no llegar.


Me reencuentro con el buen hacer de tiempos pasados gracias a la dinámica que se crea entre ese variopinto grupo de parroquianos, encerrados en una ratonera cuya salida conlleva el tiro en la cabeza. Me dejo llevar por el juego de intrigas y sospechas, de prejuicios y clichés. Me interesa ese discurso, tan parecido al de su obra magna -allí la codicia, aquí el instinto de supervivencia, en ambas la misma cuestión de fondo: cuando vienen mal dadas ¿aflora nuestra peor versión o simplemente nuestra versión más genuina?-.

Y sí, es cierto que la particular bajada a los infiernos de estos condenados a muerte -de la barra al sótano, del sótano a las alcantarillas- va perdiendo fuelle conforme el nivel de violencia aumenta y todo se centra en el conflicto directo. Y, sí, el palo llega, como siempre, en el tramo final, cuando el tratamiento de cierto personaje cambia de una secuencia a otra sin venir a cuento y la cinta abandona la comedia con gotas de thriller que había sido para convertirse en un survival horror de tres al cuarto. Pero el trago es corto y pesa menos que otras veces en el tanteo general.

Más centrado y conciso, menos aparatoso aunque el ruido in crescendo sea el habitual -es su manera de entender la progresión dramática-, De la Iglesia consigue su mejor película en años. Ánimo, Álex, ya sólo te queda un paso para volver a ser el que eras y a mí para sentirme joven de nuevo. A los dos nos hace falta.
  • El bar

  • Título original:
    El bar

  • Dirección:
    El bar

  • Año de producción:
    2017

  • Nacionalidad:
    España

  • Género:
    Comedia negra, thriller

  • Fecha de estreno en España:
    2017-03-24

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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