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28 de septiembre de 2013

Jeune et jolie de François Ozon

por Andrés Robles


Parece que François Ozon le está tomando gusto a eso de mostrarnos su particular punto de vista de la adolescencia, retorcido, perverso y fascinante a partes iguales. Si por algo destacaba su anterior filme, Dans la maison -Concha de Oro en el Festival de San Sebastián de 2012-, era por el retrato de ese jovencito oscuro y manipulador capaz de manejar a su profesor de literatura y a cuantos adultos se le pusieran por delante como si de títeres se tratara. También adolescente a un paso de la madurez es la protagonista de su nueva película, Jeune et jolie (Francia, 2013), presentada a concurso en la última edición de Cannes donde finalmente no pudo acceder al palmarés, y también como el personaje que interpretara el por entonces novel Ernst Umhauer está cuajado de aristas que poco a poco iremos descubriendo.

No seré yo quien les descubra porqué Isabelle, la chica joven y bonita a la que hace referencia el titulo, es tan perturbadora, por lo que en vez de hablar del argumento en sí, me limitaré a reproducir lo que el realizador de Sous le sable (Bajo la arena, 2000) o Le refuge (El refugio, 2010) ha querido que trascienda del mismo: Jeune et Jolie es “el retrato de una joven de 17 años a través de cuatro estaciones y cuatro canciones”. Bajo esta críptica frase se esconde una película con cierta estructura circular en lo que a la evolución de su protagonista se refiere, si bien el círculo no es perfecto y el encaje del principio y el final de su trazado no puede producirse en absoluto porque para entonces esa niñita inicial ya no se parece en nada a lo que pudo haber sido.


La encargada de darle rostro y piel a esa mutación es Marine Vacth, actriz de belleza carnal y cierto parecido -permítanme la frivolidad- con una temprana Julia Roberts, que se enfrenta aquí a su primer papel protagonista. Lo hace con valentía, cargándose todo el peso del filme a sus espaldas, desnudando cuerpo y alma, y enfrentándose a escenas de alto contenido sexual con el aplomo de una veterana. Desde luego sale victoriosa de la empresa. Su Isabelle es sobresaliente, llena de matices, capaz de expresar con una sola mirada inseguridad y malicia, miedo y deseo; incluso en su porte y su físico parece que cambien en el escaso año que cuenta la cinta sin que realmente lo haya hecho.

La otra gran baza de la cinta es su guión, firmado por el propio director y que se articula en cuatro capítulos que son introducidos por otras tantas canciones de Françoise Hardy, músico al que ya recurrió en Gotas de agua sobre piedras calientes (1999) y Ocho mujeres (2001). Según el mismo Ozon, dicha elección se justifica porque Hardy refleja a la perfección el amor adolescente, ese que irónicamente Isabelle no llega a alcanzar ni da muestras de perseguir en ningún momento. Tras cada tema asistimos a lo ocurrido en las distintas estaciones del año sin que el realizador -de ahí el acierto- pierda el tiempo en intentar justificar lo que en la mente de la protagonista no merece justificación. Isabelle hace lo que hace porque quiere, sin más, y Ozon no se molesta en explicarlo ni emite juicios de valor sobre el asunto.

No mucho más se puede contar sin correr el riesgo de estropear Jeune et jolie, así que simplemente les recomendaré de manera encarecida su visión. A buen seguro quedarán como yo seducidos, hipnotizados por esa femme fatale joven y bonita.
  • Jeune et jolie (Joven y bonita)

  • Título original:
    Jeune et jolie

  • Dirección:
    Jeune et jolie

  • Año de producción:
    2013

  • Nacionalidad:
    Francia

  • Duración:
    95

  • Género:
    Drama

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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