treintaycincomilimetros

3 de octubre de 2013

Cuando las palomitas no son indigestas

por Andrés Robles


Piensen en uno de los peores calificativos que pueda recibir una película, ése con el que podamos despreciarla dejando entrever además lo listos que somos y cuán elevado es nuestro paladar cinéfilo; a buen seguro en la mente de muchos estará ahora el adjetivo "comercial". Y es que con demasiada frecuencia se recurre a él para ningunear un filme, normalmente yanqui, en beneficio de la película iraní de turno que nadie ha visto o esa china con la que todo el mundo se aburrió pero ninguno se atreve a admitirlo. Prisoners (Estados Unidos, 2013) pertenece precisamente a ese grupo de cintas -a las "comerciales", que no veo yo a Hugh Jackman muy ducho en el mandarín- pero ¿sólo por eso debe ser mirada con recelo? Digan que no, anden, aunque sólo sea por darme el gusto de llevar la razón alguna vez.

El filme dirigido por Denis Villeneuve -realizador que además de presentar ésta fuera de concurso, ha participado también en la sección oficial del 61 Festival de San Sebastián con la, a juicio de un servidor fallida, Enemy- arranca cuando Keller Dover -Jackman-, el cabeza de la perfecta familia americana, se dispone a celebrar con ésta y unos amigos el día de Acción de Gracias. Lo que comienza siendo una feliz jornada se convierte en pesadilla cuando Anna y Joy, las hijas menores de ambos matrimonios, desaparecen. Con el tiempo jugando en su contra y una investigación encabezada por Jake Gyllenhaal que parece no avanzar, Dover hará cualquier cosa por encontrar a su pequeña.


Como verán, nada nuevo bajo el sol. Prisoners es la típica producción de Hollywood, impecablemente fotografiada, bien montada, con un reparto de relumbrón que permita poner en el cartel unos cuantos "el nominado a tal" o "el ganador por cual" y con un argumento que repasa todos esos lugares comunes vistos mil veces: el padre heroico dispuesto a todo por su familia, el policía cuya vida se reduce al trabajo -esta vez por suerte, menos atormentado de lo habitual-, la madre-mueble permanentemente narcotizada que aporta la nota dramática, etc. Pero todo ello lo hace con eficacia, sabiendo mantener el ritmo y el interés en todo momento y aportando además algunos elementos interesantes como la contraposición de actitudes de los dos padres de las niñas desaparecidas o cierto dilema moral que se nos propone hacia la mitad del metraje.

A lo anterior hay que sumar además unas actuaciones de nota. Porque si bien están Jake Gyllenhaal -a pesar del tic ocular que según él debe tener su detective Loki y que llega a resultar molesto-, Maria Bello como la madre destrozada de Anna, y un Terrence Howard superado por los acontecimientos, aún mejor es el trabajo de Viola Davis -la nominación al Oscar más rentable de la historia por La duda- y Paul Dano como principal sospechoso del secuestro. Pero es Hugh Jackman quien se lleva la palma con un papel potente que llega a incluso conmovernos en más de una ocasión y que demuestra, por si a alguien le quedaban aún dudas a estas alturas, que el australiano es mucho más que el recio físico de Lobezno.

Prisoners es cine comercial, sí, pero cine de calidad también, entretenido, bien hecho y al que sólo puede reprochársele su excesivo metraje y una justificación final innecesaria que resulta casi un mal endémico de la producción estadounidense.
  • Prisoners

  • Título original:
    Prisoners

  • Dirección:
    Prisoners

  • Año de producción:
    2013

  • Nacionalidad:
    USA

  • Duración:
    146

  • Género:
    Thriller

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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