crónica

28.09.2018

Concheando 2018. Crónicas desde San Sebastián. No hay dos sin tres

por Andrés Robles

Por si alguien estuviera o estuviese preocupado por mi integridad física, les tranquilizo: sigo vivo. Aún no han acabado conmigo, aunque poco falte, ni el cansancio, ni la esquizofrenia cinéfila a la que me veo avocado estos días, ni esa legión de fans de Strickland que defienden la cinta del británico como si fuera la revelación de un cuarto Misterio de Fátima que la buena señora se hubiese tenido calladito hasta la fecha.

En cuanto a la Sección Oficial, pues bueno, también vive. Subsiste como puede, más bien. Y es que, al margen de la participación española -cuatro películas y las cuatro redondas- y un par de sorpresas que han elevado sustancialmente la media, la sensación general sigue siendo la de una edición que pronto quedará en el olvido.



El peso de las expectativas...

Mucho se esperaba de dos viejos conocidos del Zinemaldia que han sufrido en sus carnes eso que los modernetes llaman hype con resultado desigual. Mientras que Carlos Vermut, que se dio a conocer aquí con la perturbadora Magical girl -sí, antes había realizado Diamond Flash, pero aparte de ser más rara que un perro verde, no fue vista ni por su señor padre-, ha encandilado a crítica y público, lo nuevo de Kim Jee-woon, que enamoró con la violenta y loca -coreana, vamos- Encontré al diablo, ha tenido una acogida más tibia de lo previsto.

Illang: The Wolf Brigade adapta un anime futurista sobre la lucha de distintas facciones a favor y en contra de un hipotético intento de unificación de las dos Coreas. Impecable en su factura y perfecta en la planificación y ejecución de sus secuencias de acción, por desgracia éstas están sujetas por un armazón farragoso que molesta y eterniza el metraje.

Bastante mejor le ha ido al madrileño, que habla en Quién te cantará de identidades olvidadas e identidades imitadas. ¿Hasta qué punto no somos nosotros mismos sino la imagen que construimos? Y en tal caso, ¿cómo aprender a ser uno de nuevo si la vida nos obliga a hacer tábula rasa y somos incapaces de recordar nuestra propia proyección? Cuestiones sugerentes que el director afronta con la misma perfección visual de su anterior obra, una mayor madurez en lo dramático y el inestimable soporte de cuatro interpretaciones -Najwa Nimri, Eva Llorach, Carme Elías y Natalia de Molina- que huelen a premio conjunto.

Su premisa recuerda a Persona de Bergman, su desarrollo evoca al mejor Almodóvar, y sin embargo sería injusto reducir la cinta a una lista de influencias, porque si algo ha demostrado Vermut en sus tres largometrajes estrenados hasta la fecha es ser uno de los autores más personales y únicos del cine español contemporáneo.



...Y el beneficio de su ausencia

Como Vermut, Isaki Lacuesta ya sabe lo que se siente al ganar la Concha de Oro -lo hizo en 2011 con Los pasos dobles-, y como él podría repetir este año la experiencia. Y miren que, sea por la falta de respaldo promocional, sea por la imprevisibilidad del realizador, lo cierto es que de entrada pocos eran los que apostaban por su película, pero es que Entre dos aguas tiene una potencia narrativa tan arrolladora, se palpa tanta verdad en ella y es tal la fuerza de su personaje principal que compensa todo lo chusco de estos días pasados.

Continuación de La leyenda del tiempo, el film retoma, doce años después, a aquellos hermanos gitanos marcados por la tragedia que ahora adultos han tomado caminos opuestos. Pero es mucho más que una historia de marginalidad al uso. Es un relato desgarrador que retuerce y diluye las fronteras del documental y la ficción. Un pedazo de realidad filmada y ejemplo de cine con mayúsculas, si es que ambos conceptos significaran en algún caso cosas contrarias.

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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