crónica

18.09.2016

Concheando. Crónicas desde San Sebastián. Viernes, día 1

por Andrés Robles

Un inicio a medio gas

Parece que fue ayer, pero ya ha pasado casi un lustro desde que me estrenara en esta casa comentando Futbolín, la cinta inaugural de la sexagésima edición del Zinemaldi. Cuatro años en los que he sido fiel a una cita que mi jefe, que otra cosa no, pero mala leche tiene un rato, ha definido como una tradición comparable al posado veraniego de Anita Obregón. Así que aquí me tienen una edición más a la orilla de La Concha, dispuesto a contarles el día a día del festival mientras soporto las miradas de estupor que provoca mi trikini de un riguroso fucsia corporativo.

La primera jornada ha sido insólitamente relajada. Sólo dos películas frente a las cuatro o cinco de anteriores ediciones. Aunque, eso sí, los trescientos minutazos largos que suman entre ambas no me los quita nadie. Y es que ni la francesa La fille de Brest, ni mucho menos la alemana Toni Erdmann escatiman en metraje -cuánto daño ha hecho lo digital a las mentes y las espaladas de los pobres espectadores-.

El pistoletazo de salida al festival ha corrido a cargo de la primera. Sección oficial a concurso para esta cinta basada en hechos reales que vuelve a contarnos la historia de David contra Golliat. Una suerte de Erin Brockovich a la francesa que me ha sorprendido gratamente, más que nada porque me esperaba un tostón importante y me he encontrado con algo entretenido y bien contado, si bien deja una sensación continua de déjà vu al no salirse en ningún momento de la plantilla preestablecida para este tipo de films.


Emmanuelle Bercot, su directora, reconoce no haberse planteado que del libro en el que se basa pudiera salir una película hasta que conoció a su autora y protagonista. Y no es de extrañar. Irène Frachon -interpretada por Sidse Babett Knudsen, popular por su papel en la serie danesa Borgen-, la doctora dispuesta a todo por conseguir la prohibición de un medicamento que provocó no pocas muertes en el país galo, enfrentándose por ello a la farmacéutica encargada de su comercialización y a unas autoridades cómodamente instaladas en la ceguera y la inactividad, es el motor y principal baza de un relato que sin ella quedaría bastante cojo.

La otra cinta del día ha sido Toni Erdman de Maren Ade, premio Fipresci de este año y la candidata propuesta por Alemania para el próximo Oscar a película de habla no inglesa.

Comedia... alemana... tres horas... algo no cuadra... Pues sí, debe admitirse que la película es muy divertida y tiene momentos que funcionan como un tiro, provocando la carcajada a base de vergüenza ajena -muy en la línea de lo que suelo presenciar en mis reuniones familiares. También les digo-, pero le sobra bastante metraje y hay momentos en los que uno se plantea hacia dónde va la cosa en este daddy issues en torno a la tortuosa relación de una hija obsesionada por triunfar en lo profesional y un padre bastante impresentable que hará lo que sea por conseguir la felicidad de la chica.

El colofón a la jornada lo ha puesto un pase privado, en exclusiva y en pantalla grande -con quién se creen que están hablando- de Mañana, el cortometraje de Manuel Aguilar que distribuye esta casa y que me ha dejado un nudo en el estómago al que le va a hacer falta más de un pintxo para curarse en condiciones.

Andrés Robles

Paisano de Lola Flores y Bertín Osborne - ahí es nada -, Andrés Robles nació el año en que Superman alzaba el vuelo en la gran pantalla. Asegura que uno de sus primeros recuerdos de infancia es la visión de una serpiente atravesando el tacón de Marion en el Pozo de las Almas y nunca ha entendido del todo qué le ve la gente a esa galaxia "muy, muy lejana".

Licenciado en Historia del Arte y especializado en Patrimonio y Gestión Cultural - tiene hasta un máster el muchacho -, dedica todas las horas que puede a esa pasión que comenzó en un cine de verano viendo a un arqueólogo con látigo y sombrero. Desde entonces no concibe una existencia sin salas oscuras y celuloide.

Como buen crítico de cine, nunca ha escrito ni dirigido nada, y se limita a destruir el trabajo que otros han realizado con toda su ilusión - a veces hace alguna reseña buena, pero son las menos -.

Habiendo conseguido fama, fortuna y gloria hablando de lo que no sabe en esta santa casa, sus próximos objetivos vitales son tener el pelazo de Carlos Pumares y la mala uva de Carlos Boyero.

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