opinión

07.08.2014

Los mercenarios 3: la nostalgia a modo de M-16

por Sigfrido Gross

La nostalgia es un arma eficaz que, además, no es de doble filo. Es un recurso que, por definición, apela a una zona mental del espectador de la que se alimenta de forma directa aunque algo tramposa. Cosa de la que somos conscientes y nos gusta. Al conocer ese juego, al saber que hemos entrado a él, deja de ser deshonesto. El espectador que no quiera jugar a él, miente. O miente, o su infancia es inexistente o terriblemente traumática. Así, cuando el cine decide jugar a ese juego, el público decide entrar al mismo. La pregunta es, si más allá de ese planteamiento (que a los cineastas les es fácil), esa idea funcionará como obra individual.

La franquicia de Los mercenarios arrancó como la respuesta de Sylvester Stallone a años de un público que le daba la espalda cuando intentaba escapar un poco del tipo de héroe de acción que lo había encumbrado durante los 80 y los 90. Sly quería que lo tomasen más en serio, quería cultivar papeles más cercanos a aquellos de Cop Land o F.I.S.T. Pero tras varias películas que no contaban con la respuesta de taquilla que de Stallone se esperaba, éste desistió y se apartó a sus mansiones millonarias a meditar sobre el tema.

Una de las primeras conclusiones a las que llegó fue que "durante años había estado equivocado. La gente que me convirtió en lo que me convirtió quería verme en lo que mejor sé hacer. Y eso no es rebajarme como actor. Esos proyectos no son menos serios que otros, simplemente son lo que son". Stallone caía en la cuenta de que el cine de acción puro y duro, no es un género menor. Es sólo un género más. Quizás, he de añadir a título exclusivamente personal, el género más cinematográfico de todos. El género que define al cine.

Desde esa conclusión Sly se pone a trabajar, en el momento adecuado - varios años después de la desaparición del actioner y el one liner- en dos películas con las que reconquistar a las audiencias de todo el mundo. Tanto Rocky Balboa (VI), como John Rambo (IV) son tremendos éxitos de taquilla; producidos, escritos y dirigidos por él mismo, con presupuestos mínimos pero cargados de una rabia, una energía y un encanto sólo propios de alguien de la envergadura de Sylvester Stallone. Así, demostraba al mundo (entre, ya, héroes Marvel y Christopheres Nolans varios), que él seguía ahí para demostrar que, por un lado, los personajes icónicos siempre lo serán; y dos, la gente estaba dispuesta a responder positivamente ante los instintos más primarios de su nostalgia. El siguiente movimiento consistía en ver si, más allá de sus dos personajes más conocidos, tendría el beneplácito y apoyo del respetable.

Presentación en Starlite (Marbella) de Los mercenarios 3 - Foto: Ana Belén Fernández
Presentación en Starlite (Marbella) de Los mercenarios 3 - Foto: Ana Belén Fernández

Stallone piensa en reunir en una sola película a todos esos que, en el pasado, hubiese sido imposible reunir debido a, para empezar, unos enormes egos y, segundo, a que nadie hubiese podido pagar lo solicitado. Con, otra vez, un presupuesto mínimo y la ayuda colaborativa de sus antiguos amigos/enemigos en la pantalla, Stallone consigue reunir en un mismo plano y durante unos minutos a sí mismo con Schwarzenegger y Bruce Willis. Los tres en una iglesia, como si fuesen la mismísima santísima Trinidad. Además de a gente de la talla de Jet Li, Dolhp Lundgren o el nuevo abanderando del género, Jason Statham. La película, con Eric Roberts de villano chungo, es un éxito brutal que revive las ganas de ver este tipo de cine y provoca la reedición de deuvedés y blureis de los reyes del uveachese. Así de fácil.

La nostalgia de la violencia y el disfrute desinteresado de la misma ahí estaba. A los que habíamos crecido con ellos nos tocaban fibras sensibles, a los que no les daba la oportunidad de saber quiénes (y cómo) habían forjado el Hollywood que ellos conocían ahora. Porque le joda a quién le joda, ellos son los cimientos sobre quienes se ha construido lo que hoy existe.

La obligada secuela, surgida del éxito de aquella, cuenta con un apoyo financiero mayor y, por tanto, la incorporación de "nuevos/viejos talentos". Más amigos interesados, y los que ya lo habían estado, querían más.

Stallone was right.

Schwarzenegger, Willis, Jet Li, Statham, Lundgren, Chuck Norris (¡) y el grandísimo Van Damme se unen al elenco. Este último cómo cruel y despiadado villano de la función, bajo el genial nombre de Jean Villain. Un guión (el más hasta ahora) lleno de referencias a las películas del pasado de sus protagonistas, es quizá el más autoparódico de todos. Una cinta en la que todos y cada uno de ellos deciden reírse de sí mismos y sus carreras. A base de continuos chistes, frases y situaciones que apelan a momentos muy específicos del cine del que hablan y parodian (parodian en el sentido "real" del término. Y es que la parodia bien definida siempre ha sido un homenaje cariñoso).

Otro éxito más. Pero habría que añadir a nivel informativo que los demás esfuerzos de Sly y Arnold por recuperar su trono, eran en vano. El resto de pelis que iban estrenando no parecía interesarles al público. Quizás porque, en realidad, recurrían demasiado al hecho de que eran "viejos". Eran filmes que iban sobre un "viejo" enfrentado a algo que le sobrepasa. Y al recaer todo el peso sobre eso, podían terminar siendo comedias no conscientes de serlo. Fuera como fuese, por ese lado no, pero como Mercenarios seguían dominando un mercado que les había dado la espalda años atrás. Pero el rencor no existe en Hollywood cuando impera la regla del money talks.

Los Mercenarios 3

Los preestrenos de prensa o - más aún - las premieres exclusivas son el gran engañabobos del cine. Esa no es manera de ver y poder analizar después una película. El cine funciona por sí mismo, sí, pero también por su contexto. El verdadero cine es ese al que entras con tu entrada y te reúnes con un montón de gente que no conoces de nada y que está en tu misma situación. El tipo de gente que puedes encontrar en premieres y pases de prensa no es gente de fiar NUNCA. El que puede acceder a esos sitios tiene un criterio dudoso. Por tanto, la opinión que puedes sacar de un film visto así podrá ser diferente después. Dicho esto.

Presentación en Starlite (Marbella) de Los mercenarios 3 - Foto: Esmeralda Álvarez.
Presentación en Starlite (Marbella) de Los mercenarios 3 - Foto: Esmeralda Álvarez.

Sylvester Stallone ha querido con esta tercera parte de su franquicia alejarse del juego auto referencial que llevó al límite en Los Mercenarios 2, para regalarnos un film de acción más al uso. Más directo y sencillo en lo formal. Pero, irónicamente, a nivel estructural es la más cercana de todas al cine ochentero que intenta evitar.

El juego al que siempre recurrirá la saga es al de incorporar nuevas caras de las que tengamos una referencia en el cine de acción. Aquí veremos a Wesley Snipes, recién salido de la cárcel por fraude fiscal, y me refiero a su personaje; Antonio Banderas, con el que me he reconciliado tras el film; Harrison Ford, en sustitución de Bruce Willis, que pedía demasiado taco; un insólito Kelsey Grammer, en sustitución de Nicolas Cage, ocupado en hacer el resto de películas de la tierra; y Mel Gibson, interpretando al villano de la función, más musculado que nunca.

Los Mercenarios 3 arranca igual que la segunda parte. Rescatando a un miembro del equipo que está capturado. Una secuencia bien realizada y que, aun siendo muy al uso, nos deja claro que la violencia gráfica de la segunda parte se ha perdido. Es decir, sirve para establecer y dejar claro al espectador que no quiere engañarle. Un par de momentos muy aprovechables a nivel de explosión de hemoglobina (esos cables suspendidos sobre el tren), son obviados, diciéndonos que no esperemos ver sangre, ni que escuchemos palabrotas.

Fotograma de Los mercenarios 3
Fotograma de Los mercenarios 3

La principal razón, dicen, es acercar a las nuevas generaciones a ellos. Que tengan la oportunidad de verlo. Mentira. La razón es que ya son una franquicia millonaria, y como toda franquicia millonaria deben estar abiertos a las calificaciones que ello acarrea. Así de sencillo.

La intención de dejar de ser un juego auto referencial se debe a que saben que es un recurso que se les va a quemar, y por ello deben de evolucionar a algo distinto, que no mejor. Por eso añaden a un buen número de caras jóvenes al grupo. Una idea que no tiene por qué ser mala, si no fuese porque todos y cada uno de los elegidos a cada cuál es mas ñoño y carente de carisma. Propuestas tremendamente aburridas que, si su intención es mantener la saga en el futuro, van por muy mal camino.

Su forma evita las situaciones, salvo contadas ocasiones, que acerquen la cinta a ese cine ochentero del que hablamos. Y con forma me refiero al estilo, las situaciones o las constantes en la acción. Lo curioso es que, a nivel de estructura, parece una cinta producida por Joel Silver. Esas películas en las que, por contrato, cada 10 o 15 minutos debía haber una secuencia de acción. Estuviese justificado o no.

Los Mercenarios 3 está llena de escenas de acción metidas con calzador. A veces solo para ir presentando a los nuevos miembros. De esa forma, puede resultar pesada a ratos, o incluso ridícula - la escena de presentación de la nueva "chica dura" en la discoteca -, pero que, al final, hacen que la obra entera funcione muy al estilo de Ocean's Eleven. Que esa acumulación tenga su sentido narrativo y que, al ser tan ininterrumpida, nunca resulte aburrida. Siempre sea completamente consciente de sí misma, y siempre te de lo que se supone que te tiene que dar.

Los personajes de este tipo de películas no deben evolucionar demasiado de una a otra, porque te puedes cargar lo que las hace funcionar. Barney Ross es, salvando las distancias, como James Bond o Ethan Hunt, un tipo que tiene que ser siempre exactamente igual. O como Torrente o el Inspector Clouseau. La comparación me vale igual. Lo que importa es la situación en la que los metamos y cómo reaccionen ante ella. Y en este sentido, Los Mercenarios 3 es una lección de buen cine. Por irónico que suene, así es. Más da lo que les haya pasado en las cintas anteriores, lo que importa es lo que les vaya a suceder en ésta.

Antonio Banderas llega a la saga como la sorpresa del elenco. Recordemos que Banderas es, quizás, el primer héroe de acción español contemporáneo. Es Desperado, fue Miguel Bain en la - genial y a reivindicar - Asesinos, además de ser, evidentemente, El Zorro y El gato con botas, un mismo personaje enfocado de dos maneras diferentes.

Fotograma de Los mercenarios 3
Fotograma de Los mercenarios 3

Aquí ha sabido aportar perfectamente a la franquicia un personaje completamente necesario entre tanta testosterona. Algunos de los mercenarios son demasiado parecidos entre ellos. Su Galgo, ex legionario español - que se atreve a cantar El Novio de la Muerte en la peli -, es un golpe de aire fresco, carisma y urgente comicidad a una saga que lo pedía a gritos. Antonio Banderas, reconozcamos, no es un gran actor. Pero es carismático, es muy resultón, es divertido y es tremendamente eficaz. Sabe hacer de todo, ha trabajado en todos los géneros, y tiene una presencia muy cinematográfica. Personalmente, es de lo que más me ha hecho disfrutar de Los Mercenarios 3. Galgo es un personaje que necesita Stallone entre su equipo, y que a partir de ahora será una presencia obligada.

Mel Gibson, malo de la función, interpreta a un personaje que, como todo villano que se precie, debe estar un poco al margen del tono satírico de la cinta. Si Van Damme era un demonio cruel y despiadado, Mel Gibson es un tipo que se cree que está haciendo lo correcto. Una persona que se siente traicionada y que tras sus acciones no hay sólo malicia, si no venganza y rencor. Aun siendo igual de cruel, sí consigue ser un villano completamente diferente al de la anterior.

Fotograma de Los mercenarios 3
Fotograma de Los mercenarios 3

Las escenas de acción, llevadas a cabo por ese genio que es Dan Bradley, son geniales. A pesar de un par de salidas de tono un poco exageradas, el resto encajan perfectamente y hasta te las puedes creer. Las persecuciones son brutales y los tiroteos están realizados con toda maestría. Siempre somos conscientes de dónde están todos los personajes, y eso es algo muy difícil. Aparecen armas de todo tipo y explosiones que nos recuerdan que el dinero para destruir cosas es uno de los elementos que hace al cine grande.

Las escenas de pelea son muy buenas. Quizás las únicas donde la violencia se queda al límite de lo permitido en un PG-13. Se dan traca de la buena, se hacen llaves de las buenas y se parten los dientes que da gusto. Consiguen lo que estas escenas deben conseguir es este tipo de películas: por un lado, que te rías a carcajadas y, por otro, que pienses en lo que te dolería a ti. Misión cumplida.

Los Mercenarios 3 es más de lo mismo. Pero es exactamente lo que debe ser, lo que todos queríamos. A pesar de ser una tercera parte no han tratado de ser más profundos, más oscuros o más serios. Han seguido la estela que han creado. Han sido honestos con lo que han creado y, más importante, con su público.

No os la perdáis.

Sigfrido Gross

Sigfrido Gross nace en Málaga el 25 de junio de 1984. Su padre lo lleva, desde muy pequeño, a ver todo tipo de películas: desde cine de animación, a Las Tortugas Ninja o desde Batman a reposiciones del cine de Sam Peckimpah.

A parte del consabido trauma perpetuo e irreversible debido a ver cintas como Conocimiento carnal, Akira o Grupo salvaje, Sigfrido también adquiere una profunda e incontrolable pasión por el cine. De todas las épocas y géneros.

Tras estudiar el Bachillerato artístico y algo de fotografía, comienza estudios de Realización de Audiovisuales. Igualmente recibe un curso de guión en la ECAM, el cual le impulsa a profundizar un poco más en la escritura y estudia 3 años de narrativa cinematográfica en la Escuela Audiovisual del Mediterráneo.

Realiza su primer cortometraje, Residuos, que gana un premio a dirección novel en NexoSur y es rechazado en varios festivales por ser considerado 'muy violento'.

Escribe para varios medios de la web artículos sobre cine en todas sus facetas, cosa que alterna con la escritura y corrección de guiones. Para terminar la minibio, digamos lo que siempre se dice: "está trabajando en el que será su próximo cortometraje".

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